miércoles, 18 de diciembre de 2013

Cómo nació el esmoquin

Era costumbre en los caballeros británicos del siglo XIX que se relajaban en sus casas tras las cenas haciéndose la chaqueta del frac incómoda para tal propósito. A mediados del siglo decimonónico se impone, convirtiéndose en tendencia y moda, que la chaqueta del frac sea sustituida por un cómodo batín que protege del olor de la pipa o puro y de las quemaduras.
 
 En 1860 algunos comenzaron a llevar esta invención por la tarde, siguiendo el ejemplo del Príncipe de Gales (futuro Eduardo VII, el mismo que marcó la época "eduardiana" de principios del siglo XX), que encargó a su sastre una chaqueta de frac de seda azul sin cola, que pudiese llevar a las cenas en su finca de Sandringham. Así nace el "esmoquin" (del inglés smoking) o "dinner jacket". Solía ir siempre sobre un chaleco y acompañarse por una pajarita blanca o negra, como ha llegado hasta nuestros días.
 
 Por casualidad, también eran clientes del sastre del príncipe los fundadores del elitista Tuxedo Club, de Nueva York, que copiaron la prenda introduciéndola en los Estados Unidos, donde recibió el nombre de "tuxedo".
 
 Ni qué decir tiene que hoy en día, esta prenda con más de 150 años sigue vigente en el armario de un caballero que quiere ir arreglado a alguna cena, festival o ceremonia.
 
Autor: Jesús Cano para "XL Semanal" del 15 de Diciembre de 2013

domingo, 8 de diciembre de 2013

La caricatura en el siglo XIX

El siglo XIX español es una época llena de cambios políticos y sociales, lo que influirá en el desarrollo de las nuevas tecnologías que se aplican en la creación de las nacientes publicaciones periódicas.
 
Se impone la litografía como nueva técnica de reproducción de imágenes, sirviendo para facilitar la creación, durante la segunda mitad del siglo XIX, de infinidad de nuevas publicaciones.
 
 
Por otro lado, las nuevas leyes, mas liberales, hacen que desde la proclamación de la revolución La Gloriosa en septiembre de 1868, aparezcan en el mercado periodístico más de seiscientos diarios, muchos de ellos dedicados al humor gráfico.
 
Debeos recordar que la sociedad española de esta época era en gran parte analfabeta, por lo que los medios debían recurrir a las ilustraciones y principalmente a las de carácter humorístico para llegar a un público más amplio.
 
Si buscamos el pionero en el mundo de la prenda de esta especialidad, recurrimos a "Fray Gerundio", fundado por el político conservador Modesto Lafuente. En esta publicación aparecen las primeras viñetas satíricas, muy toscas en su concepción. Los dibujos, seguramente de distintos creadores, eran bastante desmañados.
 
En 1842 desaparece esta publicación y poco después nacen buen número de revistas de humor, como "El Guindilla" (1842),"La Risa" (1843) o "El Fandango" (1844), muy influenciadas por los periódicos franceses de la época. Coinciden estas publicaciones con el reinado de Isabel II y con los vaivenes políticos que traen los distintos espadones militares y los diferentes asuntos palaciegos, que serán el blanco de los ingeniosos dibujantes de estos seminarios.

 
Los dibujantes de estos periódicos (Urrabieta, Miranda o Juan Vallejo) siguen estilos foráneos, hasta llegar a la abrumadora personalidad de Francisco Ortego, colaborador del seminario más popular del momento, Gil Blas, aparecido en 1864. Al contrario que otros ilustradores de este género, Ortego empieza siendo un pintor de cierto éxito para luego dedicarse en cuerpo y alma a la prenda de humor. Muchas de sus ilustraciones tienen como continua diana a la gente de Iglesia: frailes orondos y sonrosados, clérigos gordos, monjas mofletudas... Sus "monos" (como se denominaba a los caricaturescos personajes que mostraba) sirvieron también para hacer anuncios publicitarios como los populares chocolates Matías López.
 
Junto a Ortego aparecen otros nombres interesantes: los hermanos Alfredo y Daniel Perea, lloverá o Giménez, que también publicaron sus "monos" en "Gil Blas" y en "Rigoletto".
 
Con la llegada del Sexenio Revolucionario (1868- 1874) el género se despliega apareciendo cientos de publicaciones por toda la geografía española. Los formatos se hacen más grandes y se utiliza la técnica de la cuatricromía llenando la viñeta de más color. Aparecen nuevos nombres como Apeles Mestres, Pellicer, Pere Yunglada o Tomás Padró, que popularizará sus dibujos en "La Flaca", inmortalizando a personajes como el general Prim, el duque de Montpensier con una corona siempre vacilante en la cabeza, Salustiano Olózaga, Sagasta, el general Serrano...

La Restauración Alfonsina de 1875 disminuyó el número de publicaciones humorísticas pero se ganó en calidad artística y técnica y también se acrecentó el espíritu crítico y combativo. En 1881 surge una publicación emblemática de cariz republicano y anarquista, "El motín", que contará con dos grandes dibujantes Mecachis y Demócrito. Todos los políticos del momento serán caricaturizados. En diversas ocasiones, las páginas ilustradas de esta revista fueron enmarcadas para decorar salones de ateneos y casinos de algunas ciudades.

 
En 1880 aparece una publicación singular: "Madrid cómico" con el excepcional caricaturista Ramón Cilla quien en las portadas de este periódico madrileño popularizó sus famosos "cabezudos", caricaturas de políticos literarios, actores y personajes notables de la sociedad a los que representaba siempre con una cabeza enorme y un cuerpo pequeño. El seminario carecía de color y su formato era más reducido pero las buenas caricaturas de Cilla lograron hacer que esta revista tuviera gran tirada y se imitara en publicaciones similares en Barcelona y Valencia.

Los postreros años del siglo XIX que culmina con la pérdida de las últimas colonias españolas dio pie a muchas viñetas y a buen número de nuevas publicaciones aunque con calidad y formato menor. También en la última década empiezan a aparecer en nuestro país colaboraciones de humorísticas gráficos con chistes y tiras cómicas que podemos calificar de "serios". las nuevas revistas perdieron la vistosidad y la creatividad de los ilustradores de las décadas anteriores.

Fotografía ©Fundación Lázaro Galdiano
 
Texto: Javier Domingo, publicado en Descubrir el Arte, Octubre 2013.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Díptico de Pérez Villaamil

Somos de la opinión de que todos los amantes del siglo XIX a los que nos guste el Romanticismo con sus ruinas y sus paisajes pintorescos, debemos adorar la pintura de Genaro Pérez Villaamil (1807 - 1854). Son varios los museos españoles que albergan obras suyas pero hoy queremos resaltar una obra majestuosa y solemne: un diptico subastado en el 2011 en Sotheby`s y que adquirió el Estado español para el Museo del Prado.
 
 
Pero retrocedamos un poco en la historia para contar sus antecedentes. Antes de pasar a la pinacoteca madrileña, en el siglo XIX su primer dueño fue George William Villiers (1800 - 1870), IV Conde de Clarendon. Este caballero inglés fue nombrado embajador en Madrid en 1833, permaneciendo en el cargo hasta 1839 en que regresó a Londres ya con las vistas. El propietario habia tenido relación con los artistas españoles más destacados, como José de Mardrazo y su hijo Federico y con un gusto exquisito, admirador profundo de Villaamil, consiguió reunir una colección de 85 obras de pequeño formato, la mayor del artista en manos privadas, de este autor romántico.
 
En el díptico, casi todas las pinturas están firmadas "Villaamil" aunque en algunos casos con la inscripción oculta por el marco. Se trata de 42 óleos sobre hojalata, sobre un fondo de cartón también pintado por el artista. Las vistas son de diversas ciudades españolas y se realizaron entre 1833 y 1839.
 
Aunque esta joyita está de momento en restauración, esperemos que pronto el Museo del Prado pueda exhibirlo y nos permita a todos los amantes y enamorados de la obra de este pintor romántico, quedarnos absortos ante su pincelada y maestría.
 
Por cierto, siendo cosncientes de lo pequeña que es la foto general, en este link teneis la posibilidad de ampliar las diferentes vistas y poderlas contemplar con sumo detalle gracias a la realidad aumentada.