miércoles, 12 de febrero de 2014

El corsé de Isabel II

Sabemos que existen chalecos que salvan vidas pero ¿corsés?
Ésta es la historia del corsé de Isabel II, una prenda que actualmente se encuentra en los almacenes del Museo Arqueológico Nacional de Madrid con las marcas de aquella aventura del que fue protagonista.
Se sabe que Isabel II sufrió varios atentados frustrados contra su vida aunque el más conocido fue el que cometió el cura Martín Merino en 1852. El sacerdote había sido ordenado en 1813 (en plena guerra de la Independencia) y su carácter siempre había chocado con la corona española. Ya en 1822 fue apresado por insultar públicamente a Fernando VII, a quien se dirigió con una Constitución de 1812 en una mano y una pistola en la otra y le dijo "O te la tragas o te mato".
Sin embargo, por lo que se le recuerda es por el episodio acontecido el 2 de febrero de 1852, cuando la reina Isabel II acababa de dar a luz a la princesa de Asturias, Isabel "la chata", a quien se disponía a presentar en la basílica de Atocha de Madrid. Martín Merino salió de su casa de la calle del Triunfo (antes Calle del Infierno. Tiene su ironía...) y acudió a la madrileña iglesia con un puñal oculto bajo el hábito talar. La reina Isabel II acudía a misa por primera vez tras alumbrar a su hija y dar gracias por tan venturoso parto, pues sus dos anteriores hijos habían muerto. Fue al salir del oficio, ya en el patio del Palacio Real cuando Merino, que había conseguido entrar al edificio sin ser detenido por la Guardia Real, se inclinó ante ella como si fuera a entregarle algún documento. Por sorpresa, el cura lanzó a la reina una puñalada a tiempo que exclamaba: "Toma, ya tienes bastante". El cuchillo sin embargo se enganchó en las ballenas del corsé de la reina, así que la puñalada se desvió y causó sólo un leve rasguño a su majestad.

Inmediatamente el cura fue detenido y declaró que tenía planeado matar a la madre de la reina, María Cristina de Borbón y al presidente Ramón María Narváez. En el juicio celebrado al día siguiente, y al que Merino declinó asistir, fue condenado a morir por garrote, siendo ejecutada la sentencia el 7 de febrero.  "Mi celebridad se quedará en las estamperías", aseguró Martín Merino días antes de ser ejecutado en Madrid por regicida.

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