jueves, 16 de marzo de 2017

El crímen de Orcival de Émile Gaborian

Nos declaramos lectores incondicionales de la Editorial D'Epoca y de los misterios que se escribieron en el s. XIX. Aunar dos de nuestras pasiones y que de ello nazca una novela como "El crimen de Orcival" (452 páginas, PVP: 24,90 euros, con ilustraciones de Iván Cuervo. Incluye como obsequio marcapáginas y lámina réplica de la ilustración de cubierta) es sencillamente gratificante.

 
Sinopsis: Se ha cometido un asesinato en el Castillo de Valfeuillu, propiedad del conde de Trémorel. Mientras la policía local de Orcival está convencida de haber encontrado a los culpables y da por concluida su línea de investigación, llega un detective especial de París que se hace cargo del caso y reinicia la investigación con sus propios métodos...
 
Con una soberbia introducción de Juan Mari Barasorda en la que hace un repaso por las novelas de detectives más importantes durante el siglo XIX, sus diferencias y similitudes, lo importante no es descubrir para darle el pódium al escritor que elaboró por primera vez en la literatura decimonónica el personaje del detective amateur sino el analizar qué hace de ese personaje, un gancho para los lectores de entonces y los de ahora.
 
 
La novela encierra un misterio, un asesinato que se presenta en las primeras páginas y que en pocos capítulos, el lector ya sabe desentrañar. A Gaborian le interesa menos el caso que los personajes y sobre todo, el método deductivo que Lecoq lleva a cabo. La primera mitad del libro, más ágil por cuanto encierra el asesinato y las pistas, da paso a una segunda mitad en la que se conoce más a fondo al cuarteto protagonista: Héctor, conde de Trémorel, su esposa Berthe, Clément Sauvresy y Jenny Fancy. Otros personajes como la señorita Laurence Courtois o el padre Plantat también están muy definidos tanto por sus actos como por sus sentimientos. No es una novela de misterio propiamente dicha (aunque sí que encierra varios y sobre todo, un asesinato), sino más bien una en la que, a través de varios enigmas que el autor nos propone, nos sumergimos psicológicamente en el carácter de nuestros protagonistas. De ágil lectura, esta historia redactada en 1866 contiene más diálogos que descripciones y Gaborian, consciente de que no debe aburrir a sus lectores, propone primero un juego de pistas y luego un flashback para que conozcamos la vida anterior de los personajes en una sociedad francesa en la que nada era lo que parecía ser de puertas para fuera.